“vuestra recompensa será grande en el cielo”
“Dios todopoderoso y eterno, que
nos has otorgado celebrar en una misma fiesta los méritos de todos los Santos; concédenos,
por esta multitud de intercesores, la deseada abundancia de tu misericordia y
tu perdón”. (Oración colecta de la Eucaristía)
Empezamos nueva semana y en esta ocasión nos sirve para comenzar, también, un nuevo mes, el penúltimo de este dos mil veinte: noviembre; un mes que arranca con dos de las fiestas más entrañables, a mi parecer, del calendario litúrgico. Por una parte, el primer día del mes celebraremos la festividad de Todos los Santos. La festividad de todos aquellos hombres y mujeres que nos han precedido en este mundo con el signo de la fe y que, con su vida, intentaron dar en todo momento un testimonio fuerte y veraz de la presencia de Dios en este mundo. Este día que no podemos concebirlo como un día de tristeza tiene que ser para nosotros un motivo de alegría inmensa porque hacemos presentes en la Eucaristía a tantos y tantos santos que por falta de días en el año se quedan sin su mención específica.