“El Templo de Jesucristo, adornado con lo mejor y lo más valioso: dignidad, esperanza, libertad… está en la persona”.
(Javier Prat Cambra)
Estimada familia de san Francisco:
¡NUNCA UN “NO” LLEGÓ TAN A TIEMPO Y FUE TAN PRODUCTIVO! Así es como yo resumo el principio del planteamiento público de mi vocación. En este fin de semana en el que celebramos una jornada importante, por lo que supone para la Iglesia universal, el Día del Seminario: el día de todos aquellos que se plantean su vocación al sacerdocio, el día de todos aquellos que prestan su vida poniéndola al servicio de esta llamada tan específica, el día en el que recordamos a todos aquellos que, a lo largo de su vida se han planteado en alguna ocasión esta llamada sentida… celebramos, también, esta jornada entrañable. Entrañable porque yo, siempre que la recuerdo lo hago con mucho cariño y una cierta nostalgia propia del saber que son años que nunca volverán. Años largos, en muchas ocasiones, cortos en otras, maravillosos, menos maravillosos… pero unos años donde no sólo te planteas tu vocación sino, también, te planteas en muchas ocasiones: “¿quién soy yo?” o incluso, evidentemente: “¿quién es Cristo para mi”?
