“…En el nombre del
padre, haya paz…
…En el nombre del
hijo, reine la justicia…
… en el nombre del espíritu, impere la tolerancia…”
Estimada familia de san Francisco:
Me encantan esta serie de semanas que separan el Tiempo de
Pascua del Tiempo Ordinario, me gustan porque cada domingo y algunos días entre
semana podemos celebrar fiestas importantes para nuestra fe. Si la semana
pasada concluíamos este tiempo de fiesta y fundamento de nuestra fe con la
fiesta de Pentecostés, este domingo, inmediatamente posterior, celebramos la
Santísima Trinidad, ese misterio del cual se nos empieza a hablar desde muy
pequeños, pero que realmente tanto nos cuesta comprender a pesar del paso de
los años.
Celebrar la Santísima Trinidad tiene
que ser para nosotros celebrar la figura del mismo Dios. Ese Dios que se
manifiesta haciéndose hombre en Jesucristo con una única finalidad: nuestra
salvación, nuestra felicidad. La figura de un Dios que se nos muestra como
fuerza que habita en nosotros para que podamos llevar a cabo todas las empresas
que nos propone, que se manifiesta en ese amor que une íntimamente con Él y con
nuestros hermanos: el Espíritu Santo. ¿No es maravilloso que Dios adopte ser
personas con tal de no abandonarnos jamás? Otro ejemplo más de lo que significa
entregarse por completo por nosotros ¿seré capaz de entregarme yo también, por
entero, completamente, sin reservas ni condiciones, tanto por Dios como por mis
hermanos?